[…] «Se organiza ya la defensa. Si nos dejan tiempo, el miedo dejará sitio a la ira. Esto no asusta a quien razona, y confieso que la borrasca de la invasión no me preocupa más que la nube que surge en el horizonte en un día de verano. […] Sin embargo, toda nuestra vida es un continuo pasar de nubes amenzadoras: no siempre estallan sobre nuestras cabezas, y solo nos preocupamos ligeramente de los males inevitables. Así es la vida del hombre, una aceptación perpetua de la muerte; […] ¡Que pase, pues, esta tormenta de muerte, y nos lleve a muchos de golpe! […]
»¿Cuál es el carácter distintivo de estos pueblos? El nuestro no tiene mucho orden en sus asuntos; el suyo, demasiado. […] Llegan fríos y duros como una tempestad de nieve, implacables en sus decisiones, feroces si es necesario, aunque tan dulces como se puede serlo en la vida y sus rutinas. No reflexionan en absoluto: no es el momento; la reflexión, la piedad, el remordimiento ya los espera en el hogar. En marcha son máquinas de guerra inconscientes y terribles. Esta guerra es particularmente brutal, sin alma, sin discernimiento, sin entrañas. […] No hay héroes, tan solo metralla. […]
»Así es como la civilización ha entendido su poder en Alemania. Su pueblo positivista ha suprimido hasta nueva orden la quimera de la humanidad. […] Contemplamos con estupor su esplendor mecánico, su disciplina de autómatas sabiamente ordenados. […] Debemos reconocer que hay en este pueblo un estoicismo de voluntad del que carecemos, una persistencia del carácter, una paciencia, un saber extensivo a todo, una capacidad de decisión sin réplica, una virtud extraña hasta en el mal que cree que deben cometer. […] Este millón de hombres que Alemania ha vomitado sobre nosotros no puede ser la horda salvaje de las innumerables legiones de Atila. Es una nación diferente a la nuestra pero iluminada por la misma civilización, nuestra igual ante Dios. […]
»Lo que es seguro, lo que podemos predecir, es que no está lejos el día en el que la juventud alemana despertará de su sueño. Sumida hoy en el error que estamos padeciendo, que consiste en creer que la grandeza de una nación reside en su fuerza material y puede personificarse en la política de un hombre, reconocerá un día que ningún hombre puede ser investido con un poder absoluto sin que abuse de él.» […]