Inicio del Prólogo
Un ‘spleen’ de los mil demonios
Que la escritora boliviana Adela Zamudio (1854-1928) haya titulado Íntimas a la única novela que escribió fue un gesto muy provocador, considerando el reinado compartido que en Bolivia ejercían el realismo y el costumbrismo de comienzos del siglo xx. «Íntimas», así en plural y en femenino, adquiere el estatuto de un sustantivo, incluso si la primera tentación es pensar en «cartas íntimas», «vidas íntimas» o «amigas íntimas». La soledad y aparente transparencia de la palabra sugirió desde la portada un universo psicológico que no solo era inexistente en el panorama boliviano —como lo ha señalado uno de sus más dedicados críticos, Willy Muñoz—, sino que revestía de una sutil pátina de sensualidad, de erotismo, las relaciones entre personajes, instalando una tensión entre el deseo y las rígidas estructuras patriarcales de la época.
Publicada en 1913, Íntimas fue recibida con exaltadas críticas que le reclamaban a la escritora el no haberse detenido a pintar el paisaje con largas descripciones costumbristas que dieran cuenta del escenario geográfico en que se debatían los personajes. Como puede leerse en el libro que Willy Muñoz le dedica a su obra, La narrativa de Adela Zamudio (2003), con la excusa de una amistad paternalista, sus detractores la conminaron a abandonar el arte de la novela —cuánto mejor le iba con la poesía, dijeron—. Muñoz detalla, por ejemplo, que el periodista Demetrio Canelas intentó disciplinar las ambiciones literarias de Zamudio reconviniéndola a abandonar el género de la novela, afirmando que «Esta tarea está reservada para los espíritus combativos y ásperos, a quienes no se puede dañar al fragor de los odios. Vuelva nuestra gran autora a pulsar en la mansedumbre de sus horas meditativas, su lira encantada» (citado en Muñoz).