Amontonados en trenes rápidos, lo mismo que los cañones y las balas, han ido de un pueblo a otro, han pasado las fronteras, han sido enterrados en trincheras, han tirado, luego han vuelto a amontonarse para avanzar o para huir, sin saber si vencían o eran vencidos. Peones de un inmenso tablero, una mano invisible los mueve como objetos inanimados, sirviéndose de ellos lo mismo que de cualquier otro elemento automático.
«Tenemos un fusil», decían antaño con orgullo los infantes.
Hoy es el fusil el que tiene un hombre.
¿Cómo juzga el ejército a un desertor que abandona las trincheras por amor? ¿Qué sintieron los parisinos al saber que su Gobierno dejaba la ciudad? ¿Cómo huyó de un hospital de campaña un grupo de soldados locos? ¿Es posible que la conquista de una cima se decida en la prensa?