La escritora catalana Laura Freixas se refiere a George Sand en su libro Literatura y mujeres:
«La mujer artista, escritora o intelectual ocupaba [en el siglo XIX] un territorio ambiguo: o carecía de identidad sexual –recordemos nuevamente a Valera: «neutralizarlas, jubilarlas de su sexo» o reunía ambas. De ahí el inquietante elogio consistente en calificarlas de «viriles». A «Víctor Català» (Caterina Albert) se le alababa su «estilo vigoroso, digamos masculino». su «prosa víril»; el mismo calificativo, «viril», solía aplicarse a Emilia Pardo Bazán; Clarín decía de ella: «Escribe a lo hombre». De George Sand decía Turgueniev: «Qué hombre valiente fue y qué buena mujer», y Flaubert la apostrofaba: «Oh tú, del tercer sexo» […] Evidentemente, calificar de masculina a la mujer artista es la manera más simple de reconocer los logros de una mujer determinada, sin por ello cuestionar el axioma según el cuál la feminidad y creatividad son incompatibles […] Pues no fueron muchas las que tuvieron el valor de desafiar a la sociedad llevando vidas de hombre y por lo tanto escandalosas, a lo George Sand. La mayoría optó por la estrategia contraria: se presentaron como seres humildes, ignorantes, inocentes y llenos de buenos sentimientos; en una palabra: la quintaesencia de la feminidad, tal como la época la entendía». (Freixas, 2000, 130, 135)