Las arrugas de unos ojos o el olor de una habitación resultaban infinitamente más sustanciales y significativos que los acontecimientos de una época.
Las palabras de Pilniak te sacuden de pies a cabeza, evocan imágenes que te arrastran hasta el borde de un barranco en cuyo fondo aúlla la pluralidad conceptual de sus narraciones. Una vez ahí, no podrás evitar mirarte fijamente a los ojos.
Sobre sus cuentos sopla un aire de disconformidad con la industrialización y la idea de desarrollo de los primeros años de la URSS. La radical combinación de expresionismo oscuro y lirismo simbólico desencadena una reflexión sobre la condición humana. Una reflexión terca y compasiva. Es un viaje por un bosque boreal en busca de la auténtica identidad rusa, pero también por «esos ríos de calles moscovitas» que dan a parar a una bandera roja ondeando sobre el cielo negro.
Asumimos la imposibilidad de nombrar lo indecible. ¿Cómo ponerle título a los horrores de la modernidad, a la muerte del amor o al silencio de la nieve que cubre un cadáver?
Pilniak arrastrará al lector hasta la pluralidad conceptual de sus cuentos, sobre los que sopla un aire de disconformidad con la industrialización y la idea de desarrollo de los primeros años de la URSS. La radical combinación de expresionismo oscuro y lirismo simbólico desencadenará una reflexión sobre la condición humana.