El gran Pío Baroja profesaba un profundo odio a la Bohemia. Fue tal este que lo plasmó por escrito en su obra Adiós a la bohemia, drama corto que cuenta el reencuentro entre un pintor fracasado y una antigua novia suya que se hace prostituta. En prensa también publicó sus críticas al movimiento. El artículo «Bohemia madrileña» hace patente su claro desprecio al personaje del bohemio. A continuación encontraráis un extracto:
Muchas veces a mí me han dicho: «Usted ha sido un bohemio, ¿verdad?» Yo siempre he contestado que no. Podrá uno haber vivido una vida más o menos desarreglada, en una época, pero yo no he sido jamás el espíritu de la bohemia. Además, no he visto por Madrid Rodolfos, ni Colines, Mimís ni Musetas. […]El bohemio no es práctico. Proyecta, proyecta mucho, pero no pasa de ahí. [. . .] El bohemio no solo es vanidoso, sino que es ególatra, siente admiración por sí mismo. Si se ve humilde, desdeñado y solo, va casi siempre gozando con su desgracia interior; si está enfermo o triste, llega también a gozar. Hay esos placeres paradójicos y malsanos en los fondos turbios de la personalidad humana.