¡Salid, campesinos, de vuestras cabañas, y vosotros, verdugos, salid de vuestras doradas alcobas!
A principios del siglo XX, el campesinado rumano se desangraba a manos de los ocupantes griegos y turcos, aliados con los señores feudales y la burguesía. Los haiduci, bandidos revolucionarios, lucharon por que se hiciera justicia.
Reunidos en torno a una hoguera, un grupo de estos rebeldes, alentados por su capitana, cuentan las experiencias que los llevaron a sublevarse. Lírico
y desgarrado, preciso hasta la extrañeza, Istrati da forma al espíritu de la revolución en las voces de un monje enamorado, una pastora guerrera o un soldado justiciero. Son relatos íntimos de resistencia, un retrato brutal del abuso ante el que es imposible no vibrar de indignación.
«Istrati fue el hombre que adhirió, ante todo, a los riesgos de la libertad, vastos y sinuosos como el Danubio o como las correrías de los haiduci», Eduardo Berti.