«Uno de los elementos narrativos que más atrajo a los americanos fue la supuesta autenticidad de la historia de Charlotte. A mediados del siglo XIX corría por Nueva Inglaterra el rumor de que, en una ocasión, un sujeto se jactó de no haber derramado jamás lágrima alguna por Charlotte; otro caballero, sorprendido por tal afirmación, le desafió a acabar la lectura de Charlotte Temple sin llorar. Se acordó fijar una apuesta de cien dólares, como se relata en el prólogo de la edición de Barclay de 1865, que perdió el lector, quien no pudo contener el llanto antes incluso de acabar la primera parte»
Del estudio de J.A.G. Ardila, traductor de nuestra edición