«Y este es mi criado de allá: mi mejor amigo. Los años han pasado, las rojas siestas africanas se han ido amortiguando en mi memoria. La silueta de Zahir Shaik también ya no es sino una de esas sombras chinescas que nos fingen los recuerdos. Y ahora que veo por mis ventanas los descargadores del Sena, ahora que suaviza mi mano mis cabellos encanecidos, me parece otra vez tan lejos como un sueño ese Egipto que yo soñaba cuando niño; tan irreal como si no hubiese existido nunca para mí, como si no existiese en ninguna parte».
La confusión que produce este género en el lector no está en las palabras sino en reconocer dónde empieza la biografía del autor y dónde las peripecias del personaje. Así es en La sombra del humo en el espejo.
Algunos elementos están sacados de la biografía de D’Halmar y otros sencillamente inspirados en ella, es el caso, por ejemplo, del personaje del médico que le atiende en Calcuta cuando sufre su enfermedad, Girish Chandria Gosh, al que posiblemente nombró así por Girish Chandra Ghosh, actor y director de teatro de la época en la que nuestro autor fue cónsul allí. Con él comparte, además de la similitud en el nombre, el carácter espiritual y la infinita sabiduría que toman de la búsqueda de la iluminación suprema.
Sin embargo, lo que más ha despertado la curiosidad de los que han estudiado su obra es la figura de Zahir. Se ha cuestionado en distintos estudios el carácter real o utópico de este personaje, ya que consta que a D’Halmar le acompañó en estos viajes el pintor Rafael Valdés (tras conocerse en la Colonia Tolstoyana, fundada por nuestro autor y frecuentada por el pintor). Por ese motivo, se ha llegado a valorar la posibilidad de que Zahir sea una representación de este. También se ha pensado que ambos (el autor y su acompañante) conocieron al guía en las Pirámides, como se cuenta en el texto. Esta hipótesis tomaría su sentido del plural que usa D’Halmar, aunque solo en algunas ocasiones, para referirse a sí mismo: «La primera vez que vinimos con Zahir…» o «En el mismo puente de Masr, viendo el río y sus barcas y sus darabiehs, nos encontramos con Zahir un día que, todo entero, queríamos emplear en visitar juntos los sitios de El Cairo que ni él ni yo conocíamos». Por último, hay teorías que apuntan la posibilidad de que Zahir sea, sencillamente, un personaje inventado fruto de la imaginación del autor o basado, en todo caso, en sí mismo, creando este personaje como su alter ego.
Real o no, queda en la percepción de cada uno…