La pampa dada vuelta
Munir Hachemi
Hace ya bastantes años —estaba estudiando la carrera— que leí Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, no recuerdo si porque estaba incluido en el programa de alguna asignatura o porque cayó en mis manos por casualidad. He olvidado el argumento y la mayoría de personajes, pero mantengo un recuerdo vívido que está asociado a la sorpresa de encontrar, en un texto publicado en el primer tercio del siglo xx, lo mismo que encontraba en la ciencia ficción, concretamente en el ciberpunk.
En 2020 se publicó Tecnología y barbarie. Ocho ensayos sobre monos, virus, bacterias, escritura no humana y ciencia ficción, de Michel Nieva. En el libro (y sobre todo en el primer ensayo, titulado «Tecnología y barbarie. Una lectura cyberpunk de la literatura argentina») se rastrea lo ciberpunk en los orígenes de la literatura argentina, especialmente en la obra de Sarmiento. El texto es brillante y me hizo pensar en aquella lejana lectura de Doña Bárbara. Hay, inevitablemente, un aroma familiar que cualquier lector de ciberpunk encontrará en esa literatura del desierto. No es casual que el género se haya hibridado tantas veces con el wéstern.
La conexión tiene algo de paisajístico: tanto en Doña Bárbara como en el Facundo (y en el Martín Fierro) el desierto lo ocupa todo. Utilizo desierto apelando a toda la ambigüedad de la palabra, porque en rigor los Llanos venezolanos y la pampa argentina son, orográficamente hablando, lugares muy dispares. Pero hay algo en la palabra —que proviene del latín desertus, abandonado—, una suerte de diagonal que atraviesa esos dos espacios. Al parecer, deserere, el verbo que da lugar a desertus, puede significar también ‘olvidar’. El desierto, entonces, no está determinado por unas cualidades geográficas sino por un olvido. ¿De quién? Del primer elemento de una de las oposiciones binarias que vertebran (¿vertebraron?) la literatura argentina: civilización o barbarie. Aún faltaría aclarar que hay al menos dos formas de olvidar. Una, más evidente, pasa por la pura erosión de la memoria: hay algo que ya no se recuerda. Esta correspondería al ciberpunk en la medida en que este siempre transcurre en una etapa postcivilizatoria. La taxonomía de la otra forma del olvido se la debemos al psicoanálisis; de algún modo, se puede elegir olvidar algo. Pero el olvido es, en su sentido más puro, una función pasiva, así que, cuando se elige olvidar, aquello que se olvida deja un lastre mucho más pesado que cuando el olvido proviene de la mera erosión de los recuerdos. Los libros que he citado frecuentan esta forma del deserere. Podríamos decir que son textos conscientes de que todo proceso civilizatorio es ya un proceso postcivilizatorio. No sorprende que esa verdad que hoy hemos olvidado se manifieste mejor en textos escritos en el fragor de la fundación de los Estados nacionales. Se puede ensayar al respecto un anacronismo: la literatura latinoamericana del siglo xix y principios del xx lee el ciberpunk a una luz nueva y lo bastardea, lo complica.