Lo sobrenatural cotidiano o la certeza de lo imposible en los cuentos de Eduardo Holmberg
Lola López Martín
Llegué a Madrid en el 2000, el mismo año que descubrí al señor Holmberg. Vivir en una ciudad tan poliédrica y vital resultó una asombrosa experiencia que perdura hasta hoy; no menos intensa que la de leer los Cuentos fantásticos de Holmberg. Iba a empezar mi tesis de doc- torado y conmigo viajaban muchas inseguridades, ade- más de un teléfono móvil que pesaba como un ladrillo y un ordenador portátil del Pleistoceno, equipado para disquetes de tres y medio que el joven lector de ahora seguramente desconoce. Había devorado todos los libros de Gabriel García Márquez y de Isabel Allende, y quería investigar el realismo mágico en la narrativa. Fue así que, escarbando en los antecedentes de la litera- tura de América Latina que mezclara lo sobrenatural y lo cotidiano, ascendí por el árbol genealógico de la tra- dición hasta el siglo xix y me encontré con este tipo tan original, oriundo de Buenos Aires y de abuelo alemán.
Como todo el mundo sabe, hace veintipico años In- ternet se consideraba casi un lujo doméstico (tanto más para esa investigadora precaria que era entonces); in- cluso con el cambio de milenio (véase «Problema del año 2000»), los ordenadores estaban abocados a sufrir un patatús por error del software, lo cual provocaría un problema generalizado en las empresas y en oficinas de todos los países, que llevaría al caos mundial. Los libros digitales eran un sueño del futuro, aunque no muy lejano. Con esta coyuntura de fondo, quedé impresionada del inmenso bagaje cultural del autor de los textos de esta antología. Eduardo Holmberg (1852-1937) fue un científico humanista, un hombre de ciencias y de letras, lo que llamaríamos un sabio. Tan así que las páginas de sus narraciones se aderezan de nombres, referencias y curiosidades eruditas hoy al alcance de Google […]